Los límites del liderazgo

Las competencias emocionales resultan especialmente impor­tantes en el campo del liderazgo. que apunta a lograr que las per­sonas lleven a cabo su trabajo del modo más eficaz posible. Es por esto por lo que la ineptitud emocional de los jefes consume tiempo, genera roces, desalienta la motivación y el compromiso, fomenta la hostilidad y la apatía y, en suma, provoca un menos­cabo en el rendimiento laboral de los trabajadores. De este modo, las fortalezas y debilidades de la competencia emocional de un jefe pueden medirse, respectivamente, con el pleno aprovecha­miento o el mal uso del talento de sus subordinados.

Una de las principales funciones del jefe de proyectos de cier­ta empresa multinacional dedicada a la alta tecnología consiste en coordinar el funcionamiento de unos doscientos investigado­res repartidos por todo el mundo, entrevistarse con los expertos en el desarrollo de nuevos productos, decidir cuáles deberán co­mercializarse, estimular a los jefes de productos cuya cuota de mercado haya descendido y orientar a los investigadores que lo necesiten.

En opinión de este mismo directivo: «Los sentimientos que se movilizan en estos encuentros suelen ser muy intensos, puesto que las personas que llevan tiempo tratando de comercializar un producto pueden alterarse con mucha facilidad cuando tropiezan con algún obstáculo. Y por ello hay que mantenerse sereno, mos­trarse razonable y tratar de diluir cualquier tensión que pueda presentarse. En cualquier caso, usted no sólo debe ser capaz de sostener su propio punto de vista sino que también debe poder exponerlo de un modo que despierte la confianza y el respeto de los demás.

»La mayor parte de nuestros colaboradores -prosigue mi in­terlocutor- son licenciados en gestión empresarial que dominan a la perfección las herramientas analíticas pero también deben ser capaces de adoptar una perspectiva más general cuando las personas acuden a ellos para exponerles sus temores y sus pro­blemas. De este modo, aunque dispongan de las herramientas técnicas necesarias, también deben hallarse en condiciones de comprender la importancia de una nueva idea y de encontrar la forma más idónea de transformarla en un producto útil.»

Para afrontar adecuadamente las situaciones emocionales en sumo grado hace falta ser un buen mediador, es decir, hay que ser capaz de despertar la confianza de los demás y de establecer un adecuado rapport con ellos, es decir, saber escuchar, ser capaz de persuadir y saber aconsejar. En palabras de este mismo direc­tivo: «para poder alentar la confianza de los demás usted debe ser consciente de sí mismo, asumir el punto de vista de los demás y ser también capaz de estar plenamente presente».

Por su parte, Robert Worden, jefe de investigación de East­man Kodak, afirma que: «De nada sirve sentarse frente al orde­nador y realizar un elaborado análisis estadístico si luego no se atreve a presentar estos datos al equipo directivo. Y es que, en este sentido, las habilidades que marcan la diferencia tienen que ver con el hecho de saber relacionarse, hablar y hacerse escuchar; en suma, sentirse a gusto consigo mismo».

Worden señala la existencia de otros tres rasgos distintivos de la excelencia en Kodak. «En primer lugar, hay que hablar del gra­do de motivación: ¿Se limita usted a cumplir con sus obligacio­nes desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde o dis­pone de la suficiente energía como para hacer algún sacrificio personal? ¿Es usted una persona con la que resulta difícil traba­jar o acaso es un jefe natural? Luego hay que subrayar las habili­dades diplomáticas: ¿Tiene usted sensibilidad organizativa? ¿Es capaz de asumir riesgos y de adaptarse a los cambios? ¿Es agresivo y socava la confianza de los demás o es capaz de inspirarles y dirigirles? Y, finalmente, también debemos mencionar la ten­dencia a la actividad: ¿Está realmente orientado hacia la acción y persevera hasta alcanzar los objetivos deseados?»

Son muchos los directivos de Kodak que han pasado por el departamento de investigación de mercados, incluyendo a su mismo presidente (que pasó ahí siete años). Pero la especial sen­sibilidad que imprime ese departamento no es más que el co­mienzo. «Cerca de la mitad de las habilidades que necesitamos son de orden técnico -dice Worden- pero el resto tienen que ver con el dominio ‘»blando» de la inteligencia emocional, un domi­nio cuya importancia resulta excepcional para el desempeño de los trabajadores «‘estrella»».

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